sábado, 6 de noviembre de 2010

Todos, los que estamos de este lado en el estudio como el que escucha el programa desde su taxi, desde su comedor, en un I-pod o en un bar. Todos formamos parte de las intrincadas telarañas sociales que se desarrollan día a día, por lo tanto, somos víctimas y victimarios, cómplices e inocentes. Ante esta condición es nuestro deber estar informados para poder comprender y participar en este juego que es la vida de un país.

¿Ocupan las noticias un lugar más amplio que el café de la mañana en su rutina? ¿Pudo tomar una postura con respecto a las tomas de colegios públicos? ¿Está al tanto de quiénes son los posibles candidatos para las elecciones del año que viene? Cuando se enteró de la muerte del expresidente Néstor Kirchner, ¿pudo realizar un repaso rápido de las medidas mas relevantes que llevó a cabo a lo largo de su mandato? ¿Tiene noción de la crisis agropecuaria que acecha al sector agropecuario, motor de nuestra economía?

Los hechos que se desarrollan diariamente demandan ciudadanos con capacidad de análisis, de reflexión, de incurrimiento. Uno que nunca ha leído un diario podría estar hoy preguntándose como es posible que si antes llegaba cómodamente a fin de mes, ahora tenga que realizar ajustes en sus gastos porque no puede pagar más la compra del supermercado. Así también como aquél que miraba un canal de cultura que ahora ya no transmite su señal podría no entender por qué.

Son muchas las cuestiones personales que conforma una consecuencia de lo que pasa un escalón más arriba en el ambiente político.

Con esto quiero decir, necesitamos estar informados, tener opiniones, sacar conclusiones, para poder entender por qué pasa lo que pasa, cómo esto afecta a cada uno, y para entender, no de una forma superficial sino profunda, la realidad que se nos hace presente.

Sólo así podremos hacer escuchar nuestra voz de queja, de disconformidad, o de concordancia tal vez, frente al veto de la ley sobre el 82% móvil para jubilaciones, por ejemplo. Podremos pensar y decidir libremente, sin la contaminación de aquellas posturas que a través del uso del servicio mediático procuran imponer cuestiones y nublar el propio pensamiento.

Tal vez, aparte de los muchos indignantes personajes que han invadido el terreno político seamos nosotros mismos los que han sido ciegos y fácilmente manipulables. Tal vez deberíamos aceptar de una vez por todas que tenemos voz y opinión propia y la enorme responsabilidad que esto nos adjudica.

cp.-

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