domingo, 27 de septiembre de 2009

Relato de un domingo frente al espejo


Orienté sus palabras como señales,
Llamé a mi inconsciente, a sus memorias,
motivos y pretextos.
Bailé con sus dolores de incercias en silencio,
recité promesas de corazones muertos.
Me vi en el espejo,
y mi reflejo cansado y arrepentido, vomitó suspiros que soñó ya lejos,
bosquejos de prisiones vacías,
perfumes de despedidas
y fantasmas prisioneros.
Mintieron resplandores de mi historia
cuando vieron ilusiones rotas,
y arremetió feroz mi mirada sobre mi cuerpo
cuando oí susurros de un incierto pasado
que por triste y mentirosamente olvidado
renació, ensangrentándome, de sus raíces.
Amaneció ciego, roto en mil pedazos,
quiso encontrar aquellas penas, guardadas anteriormente,
en sueños de mi indiferencia,
y buscó una caída libre hacia mis miedos,
emblemas de presencias vivas en mis confusiones.
Arrepentida, miré el presente,
fingí perderme entre la paz que la tarde me trajo,
y dibujé un llamado a la seguridad,
anhelando aprender de los escombros.
Pero ya estaba muriendo el ocaso temprano
y pensé que éste huía, joven y arrepentido,
tal vez por abrir la oscura puerta que escondía detrás
las ilusiones que perdí,
que fueron pequeñas gotas de luz,
como estrellas de fría noche iluminando un desierto.
Su tez tan lisa buscando un final a lo que iba a ser,
anticipando su victoria frente a mi debilidad,
y mi corazón tuerto, que nunca fue libre frente a su presencia
buscó una huida que no apareció
entre los roces de aquel final.
Y lo que fueron palabras se convirtieron en heridas y huellas
que siempre busco dentro mío,
ahora que sé que sólo tomé el humo de ese contexto que quise odiar.
Vuelvo a observar mi reflejo,
-ya tan distante, ya fuera de mí-,
como una foto que cambió por el tiempo,
difusa por una neblina que confunde,
que trae consigo recuerdos que fluyen en mí,
y que no quieren caer en el olvido jamás.

cp.-

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