sábado, 22 de octubre de 2011

Mariano Ferreyra, la lucha de todos

El dolor en el tórax es insostenible. El sonido de las sirenas le hace palpitar la cabeza. No vio quién le disparó, no le interesa, ¿para qué? Si las personas por las que siente bronca y por las que está ahí, junto a muchos otros, manifestándose una vez más, ya tienen nombre y apellido. Los gritos de los represores se mezclan con los de sus compañeros, pero son sólo ecos en sus oídos. Sabe que Damián está a su lado en el piso, tratando de protegerlo con su cuerpo y que le pide reiteradamente que no cierre los ojos. Le cuesta. El dolor en el tórax es insostenible.

Siente que se aleja, que vuelve a Viaducto, en Sarandí, a su casa. Recuerda el día que su hermano, Pablo, le presentó a Norma, su “mamá política” con la que compartió tantas movilizaciones y concentraciones como aquella por Kosteki-Santillán. Se pregunta si Maxi y Darío sintieron la misma impotencia al querer seguir gritando por una causa justa y no poder.

Piensa que a pesar de haber militado desde los trece en el Partido Obrero, nunca había estado en un episodio tan violento. ¿Dónde estará Marcelo? Se habían juntado a las once de la mañana en el Puente Pueyrredón, y de ahí avanzaron hasta la estación Avellaneda. ¿Habrá alcanzado a escaparse? Cruzaron miradas un instante antes, en medio de la muchedumbre que corría despavorida, pero Mariano luego cayó y lo perdió de vista. De repente se encuentra recordando las últimas vacaciones en Mar del Plata que habían pasado juntos, en las que habían compartido incontables tardes frente al mar acompañada de mates y guitarreadas. Él lo dejaba cantar a Marcelo, claro, nunca aprendió a afinar bien.

Vuelve a tratar de enfocarse en lo que está pasando a su alrededor. Sabe que son muchos los heridos. Parece que la ambulancia en la que lo iban a trasladar está llena, según lo que logra escuchar de Damián. Él todavía está ahí, le sostiene la cabeza con su mano. Le pide que no cierre los ojos, pero el dolor en el tórax es insostenible.

Trata de alejarse de nuevo. Piensa en el dibujo que le terminó a su hermano. Lo había visto muchas veces fumando pipa y decidió retratarlo. Esta vez no habían quedado espacios en blanco porque es una de las pocas imágenes que tiene grabadas en su cabeza como si fuera una foto. “Debe ser por la sonrisa”, arriesga en su mente. Lo extraña. Recuerda el día que lo presentó a los demás compañeros del Partido. ¿Estarán todos bien? Cree que la mujer que está herida a unos metros es Elsa…

Parece que llegó la ambulancia. Lo levantan en una camilla. Damián sigue a su lado. Cree alejarse de nuevo, pero esta vez no hay un recuerdo sino más espacios en blanco, como en sus dibujos. Comprende. Espera que esto no detenga ni le genere pavor a los demás compañeros. “Todo lo contrario”, piensa. Mariano Ferreyra sabe que no.

Dijeron que en un gobierno como este, que ha hecho de su política de derechos humanos, de no criminalización de la protesta social que muchas veces son provocaciones, ser revolucionario es lo más fácil que hay. Nosotros sabemos que el dolor en el tórax es insostenible.


cp.

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